domingo, 3 de abril de 2011

MANDALAS:


Introducción
mandalas
El centro de un círculo es un punto, el cual  carece de dimensión y de lugar. No pertenece a nuestro mundo, es metafísico; porque en nuestro mundo todo tiene extensión, porque el mundo es forma. El punto lo contiene todo, sólo que en potencia nada más. De él nacen el círculo, la esfera y otras figuras, que son las formas en que se revela el punto.

El punto simboliza la unidad, la totalidad, la perfección. También simboliza a Dios.
Significan lo mismo: El punto y el círculo… Dios y el mundo… lo Uno y lo Múltiple…lo implícito y lo explícito…el contenido y la forma… lo metafísico y lo físico. Y así el humano precisa del mundo de las formas visibles para distinguir lo invisible en él. Dios se revela en el mundo. Así  distinguimos únicamente su creación que lo oculta a Él.

Servirse del mundo significa vivir en él, analizarlo conscientemente, para encontrar el punto en donde se unifica la multiplicidad. Cualquier cosa que hagamos, la hacemos siempre en busca del centro, nuestro centro.

Por eso, la danza, las procesiones y otras costumbres son una representación ritual de la vida humana: una tendencia a movernos alrededor del centro en busca de nosotros mismos.
Durante nuestra vida, todos “bailamos” siempre alrededor del centro, pero es menester que aprendamos a vivir las leyes de esa “danza” cada vez más conscientemente para acercarnos a Dios.
También es un rito delator de nuestra tendencia a irnos hacia el centro el hecho de dibujar o aplicar los colores en un mandala. Esta acción es una representación microcósmica de una pauta primordial eternamente vigente. No tratamos de pintar mandalas para que “quede bonito”, sino que procuramos hacer algo de manera consciente y que nos permita descubrir el todo en una parte, es decir a Dios en este mundo.

Fuente Sofía (Publicado por Polita)

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