Una historia real:
Mi hermana y yo somos numerólogas, ella además es master de reiki, buscamos siempre la perfección espiritual tan difícil de alcanzar para un ser humano. Por supuesto creemos en los ángeles, entes de luz que nos protegen.
El marido de mi hermana conduce un camión de gran porte que realiza viajes de larga distancia. Cuando mi cuñado sale de viaje ella siempre, conversando con Gabriel, le encomienda el viaje y a su esposo.
Un día comenzó a sentir una rara sensación de angustia, su marido estaba viajando por alguna de las rutas argentinas que, generalmente, son angostas y mal cuidadas. Por este motivo, por segunda vez se encomendó a este ser de luz.
Nada pasó. Ella pensó "me estoy poniendo vieja y alarmista...".
Cuando regresó mi cuñado después de finalizar el viaje le contó su experiencia:
"Conducía tranquilo, era una hermosa tarde de sol, no había nieblas que pudieran confundir mi visión. De frente, en sentido contrario, venía otro gran camión, a lo lejos, que parecía venir del Brasil, son fácilmente identificables por el modelo y la marca, pero este hombre también manejaba prudentemente.
De repente, a una velocidad de bólido, apareció detras mio otro gran camión, se impacientó porque yo manejaba tranquilo, a buena velocidad pero no desesperado como él, tocaba bocina, hacía señas de luces, realmente enloquecido. De repente, cuando estábamos llegando a una curva decidió sobrepasarme, no había lugar para tres camiones en ese lugar, apenas para dos, la banquina estaba descalzada, si me tiraba a ella, seguramente encontraría la muerte. Pensé, "bueno, Alberto este es el fin". El camión enloquecido estaba por la mitad del mío, no podía volver atrás y la velocidad que llevaba ya era la máxima. Era inútil que redujera mi velocidad, aunque lo hice, nunca podría quedarme atrás.
Cuando ya la colisión era inminente, vi al chofer que venía en sentido contrario taparse los ojos con los brazos, eramos tres los que ibamos a morir, seguramente, por un tonto imprudente. Quise ver lo que pasaba hasta el final, por eso no cerré los ojos.
Una intensa luz blanca nos cegó, no podía ser de los faros, estaban apagados, no era del impacto, todavía no habíamos colisionado, cuando la luz se fue yo manejaba tranquilamente, el bólido que casi nos mata a todos iba muchos metros delante mío, el camión brasileño estaba por lo menos 100 metros en sentido contrario y también conducia con tranquilidad, al mirar por el espejo retrovisor me saludo con la mano que sacó por la ventanilla. El sol se estaba poniendo e irradiaba todo su esplendor. Sentí la presencia del Creador en ese momento.
Esta es una historia real, está en Ustedes, queridos Hermanos, creerla o no. Un gran abrazo de luz y recordemos siempre encomendarnos al Arcángel Gabriel. ¡Dios tiene muchos aliados que lo ayudan en su tarea!
Stella Maris Piñeiro
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