En muchas ocasiones el olor a asado traspasa y estimula el sentido del gusto de muchos hombres. Aunque sólo unos pocos piensan qué tipo de señales y mensajes siguen fluyendo del cadáver de la criatura asesinada o qué tipo de informaciones acoge quien la come. Tampoco se piensa en lo que esas informaciones provocarán en el organismo.
Un pequeño pollito recién salido del huevo, con su suave plumón y su fino piar conmueve a algunos. ¿Pero cómo le va a esos mismos animalitos con algunos meses más, por ejemplo a un pollo?
Si una moderna fábrica de huevos tiene que ser provista de futuras gallinas ponedoras, su destino ya está sellado. Se selecciona hábilmente a todos los machos, que se matan de la forma más barata y se añaden al sistema de aprovechamiento de cadáveres para ser reutilizados. También es posible que acabe como alimento vivo en un zoológico o descuartizado y hecho puré en una máquina prensadora, para en porciones, hacer ganar dinero a las empresas del ramo.
Quizás el pollo esté destinado a ser comido como pollo asado. Decapitado y destripado se le lleva al comercio, ya preparado para ser asado.
¿Qué siente ese joven ser vivo antes de morir de forma cruel y no natural? Su miedo, su dolor, su tristeza se transmiten a todos los animales de la Tierra y la información de ese sufrimiento y dolor se queda en las sustancias de su cuerpo y el hombre se las come. No se puede decir que ese pollo en su breve existencia haya vivido, sólo ha sufrido.
Tampoco las plantas se pueden desarrollar como el Creador lo ha previsto para ellas. Cada planta, sea pequeña o grande, es una forma de vida. Ella siente. ¿Qué es lo que siente cuando es arrancada, tirada y maltratada conscientemente? Se talan los árboles cuando están en su savia; los frutos son arrancados del suelo de la Tierra, las formas de vida vegetales son rociadas con veneno. También aquí las señales van a través de miles de kilómetros alrededor de todo el mundo. La Tierra se ha convertido así en un lugar de horror.
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