martes, 25 de junio de 2013

Cuento Sufí




Cierta mañana Nasrudin –el gran místico sufí que siempre fingía ser loco– colocó un huevo envuelto en un pañuelo

Quien descubra lo que está envuelto en este pañuelo, recibirá de regalo lo que está dentro!

Lo que está en este pañuelo tiene un centro que es amarillo como una yema, rodeado de un líquido del color de la clara, que a su vez está contenido dentro de una cáscara que se rompe con facilidad. Es un símbolo de la fertilidad, y nos recuerda a los pájaros que vuelan hacia sus nidos. Entonces, ¿quién puede decirme lo que está escondido?

Todos los habitantes pensaron que Nasrudin tenía en sus manos un huevo, pero la respuesta era tan obvia que nadie quería pasar vergüenza delante de los otros.

Porque… ¿y si no fuese un huevo, sino algo mucho más importante, producto de la fértil imaginación mística de los sufis? Un centro amarillo podía significar algo del sol, o el líquido de alrededor tal vez fuese alguna preparación de alquimia. No, aquel loco estaba queriendo que alguien hiciera el ridículo.

Nasrudin volvió a preguntar dos veces más, pero nadie se arriesgó a decir algo impropio. Entonces él abrió el pañuelo y mostró a todos el huevo.

- Todos vosotros sabíais la respuesta, afirmó. Y nadie quiso traducirla en palabras.
Es así la vida de aquellos que no tienen el coraje de arriesgar: las soluciones nos son dadas generosamente por Dios, pero estas personas siempre procuran explicaciones más complicadas, y terminan no haciendo nada.

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