NUESTRA VIDA
¿UN LABERINTO O UN DÉDALO?
Los Laberintos son de una sola vía, sin caminos falsos, y llevan a un centro: metafóricamente, el propio centro interior o la divinidad en cualquiera de sus manifestaciones. Son construidos con una intención de introspección y crecimiento, a diferencia de los Dédalos que tienen un propósito lúdico, de diversión y entretenimiento.
Mientras que internarse en un Dédalo exige la acción del hemisferio izquierdo y el uso de la mente racional poniendo en juego astucia, competitividad, cálculo y control, caminar un Laberinto incluye la actividad del hemisferio derecho favoreciendo la imaginación, intuición, receptividad y escucha: en lugar de estrategias de la mente el encuentro con el alma.
Especialmente los Laberintos de Meditación, construidos con Geometría Sagrada, responden a imágenes arquetípicas como el círculo y la espiral con connotaciones muy específicas. Y lo que producen en el campo de la conciencia es totalmente diferente. No son para perderse sino para encontrarse.
Conectar y armonizar los dos hemisferios cerebrales
nos lleva a vivir nuestra vida y el mundo
como un espacio sagrado donde la lógica y la intuición confluyen
¿VIVIMOS NUESTRA EXISTENCIA COMO UN LABERINTO O COMO UN DÉDALO?
Si nuestra actitud ante la vida es estar inmersos en un Dédalo, experimentamos cada decisión, situación o evento como una terminación o como atrapados por la opción que tomamos. Desde la mirada del Laberinto sabemos que cada opción -aún los aparentes fracasos- son sólo una vuelta más en el camino, un único camino que lleva al centro que es compartido por todos.
Lo que en una vida dedálica vivenciamos como oportunidades perdidas, el Laberinto nos lo muestra como aprendizaje de vida, como sentido en lugar de confusión. Caminar un Laberinto de Meditación ayuda a crear perspectiva acerca de la situación vital que atravesamos, a ampliar el panorama y pasar de la mente lineal al pensamiento circular y la conciencia esférica, a encontrar nuevas respuestas a las preguntas que la vida nos plantea.
Cuando vivimos la vida como un Dédalo tenemos una perspectiva limitada, no vemos más allá de lo que nuestros sentidos físicos nos ofrecen llevándonos muchas veces a una sensación de separación, exclusión y ansiedad. El Laberinto nos enseña a confiar en una mirada más holística y de pertenencia a una comunidad interdependiente; en ella nos podemos relajar y estar presentes en cada paso del camino y en nuestra conexión con la Totalidad. Descansar en la conciencia de que hay un plan evolutivo en acción que subyace y sostiene a Todo lo que Es y nosotros formamos parte de él.
¿Caminamos en la vida con fluidez y gracia o sentimos los giros en nuestro viaje como amenazadores, como obstáculos que nos irritan y contra los cuales luchar? ¿Somos capaces de respetar los cambios, internarnos en su misterio y agradecer las bendiciones que nos revelan? ¿Honramos el viaje que compartimos con reverencia hacia la paz y poder que hay en nuestro interior?
Es decir NUESTRA VIDA ¿ES UN LABERINTO O UN DÉDALO?
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