viernes, 14 de agosto de 2015




La flor no nace para ser hermosa... 
Nace para ser flor. 

Su belleza requiere de:
Que quien la mire 
tenga la capacidad para descubrirla. 

Pueden pasar a su lado cientos... miles... 
Algunos ni siquiera se percatarán de su existencia. 

Otros no encontrarán en ella nada singular 
que la haga resaltar del paisaje que la contiene. 

Habrá quienes pensarán solo es una flor más. 

Aún tal vez aparezcan los que le dedicarán un par de miradas 
Atraídos por sus colores y seguirán su camino. 

Pero en algún momento aparecerá quien no la considere una flor más, 
y tenga todo el tiempo necesario para deleitarse observándola en cada milímetro,
descubra nuevas sensaciones al acariciar suavemente sus pétalos, y no siga de largo, 
sino que decida que es una flor demasiado hermosa para no conservarla. 

Así con profundo cuidado y amor, cavará en torno de su raíz 
y poniendo todo su cariño y atención 
la llevará a su propio jardín donde a cada momento 
pueda tenerla cerca para quererla, apreciarla, 
dejarse cautivar por ella... para amarla. 

Y no le pedirá que cambie su color, su forma, su aroma. 
Ella nació flor. Ella nació así. 

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