EL ARTE DE VIVIR!!!

En la vida todo es arte, o al menos así lo he sentido siempre. Cada cosa, cada detalle, precisa la mirada de un artista. El simple hecho de movernos requiere de gracia, de una gracia especial. No es igual si caminamos como autómatas, que si nos deslizamos como gacelas. El sencillo acto de sorber un vaso de agua por ejemplo, será muy diferente si lo hacemos sintiendo cómo corre por dentro nuestro, y percibimos la diferencia entre antes de tomarla y después, o contemplamos el cristal de la copa haciéndolo jugar con las luces que nos rodean, todo, absolutamente todo, es arte. En fin, podría seguir Ad Infinitum, pero esta vez sólo quise compartir la idea que tengo. Claro que si profundizamos, vivir es todo un arte!. Aprendí a sanarme y a sanar, eso también es Arte. Existen mil y una vicisitudes y maravillas en la existencia, a través de las cuales debemos aprender a movernos con arte precisamente, tantas, que me asombró encontrar disponible el título.

SEAN TODOS USTEDES MUY BIENVENIDOS!!!

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ADVERTENCIA

Todos los mensajes aquí expuestos son para el crecimiento espiritual. El discernimiento personal es un requerimiento para leerlos. Si no resuenan con su corazón, deséchelos.

domingo, 5 de enero de 2014

La realidad no es ni tan ‘falsa’ ni tan ‘verdadera’ como creemos

¿CÓMO SE CONSTRUYE LA REALIDAD? (ESTÍMULO + PERCEPCIÓN + PROCESAMIENTO): NUESTRO CEREBRO RESUENA, LITERALMENTE, CON EL ENTORNO, EXISTE UNA RELACIÓN DE CORRESPONDENCIA OSCILATORIA ENTRE LO QUE ESTA AFUERA Y LO QUE ESTA ADENTRO (DE NUESTRA CABEZA).

POR: JAVIER BARROS DEL VILLAR -

Desde cierta perspectiva, los seres humanos funcionamos bajo un modelo pendular, regido por patrones cíclicos que determinan un cierto cause de estímulos. Nuestras funciones corpóreas oscilan resonando con los ritmos del medioambiente –en una dinámica que depende, en buena medida, de la presencia de luz o oscuridad, es decir día o noche, pero también incluidas otras variables como temperatura, altitud, etc–, y las condiciones naturales del entorno mantienen una injerencia significativa en nuestra percepción y y en nuestra conducta.
Un paso más allá, dejando atrás las funciones meramente corporales y penetrando la región del comportamiento neuronal, o cognitivo, muchos de nosotros sabemos que, por ejemplo, la capacidad de concentración que logramos desplegar varía según el momento del día, algunos logramos enfocar nuestra mente en una tarea en particular durante las mañanas, otros por el contrario somos más nocturnos.  De algún modo parece que los ritmos circadianos, ese rítmico oscilar de las variables biológicas impresas en nuestro cuerpo, actúan como un protocolo, cíclicamente dinámico, que moldea una porción considerable de nuestra existencia –o que al menos marca la pauta de las inercias perceptivas y conductuales–. 
Pero ¿qué tan íntimo es el diálogo que mantiene nuestro cerebro con el medioambiente? ¿qué tan profunda es la sintonía rítmica entre nuestro cerebro y el entorno? Interrogantes similares a esta son, imagino, las que llevaron a los científicos Molly Henry y Jonas Obleser, del Max Planck Research Group “Auditory Cognition”, a realizar un experimento para determinar el grado de resonancia entre el ambiente (afuera) y la actividad cerebral (adentro), particularmente enfocado en la relación entre el entorno sonoro y el procesamiento neuronal de los sonidos.
Tras exponer a un grupo de voluntarios a sonidos sutiles, los investigadores comprobaron que existe una correlación directa entre el estímulo externo, en este caso el sonido, la capacidad de percibirlo, es decir lo que se refiere al procesamiento cerebral de dicho estímulo, y los ritmos del cerebro. “Las incrementos y decrecimientos de la actividad cerebral. Estos regulan nuestra capacidad de procesar la información entrante”, explica Henry Molly, mientras que Jonas Obleser añade ”a partir de estos resultados, se desprende una conclusión importante: Todas las variaciones acústicas que encontramos parecen conformar la actividad de nuestro cerebro. Al parecer, nuestro cerebro utiliza estas fluctuaciones rítmicas para estar mejor preparado para el procesamiento de la venidera información importante”.
En pocas palabras, según lo que yo entiendo, es como si la realidad perceptible resultara de una especie de ecuación interactiva entre lo que ‘hay’, lo que percibimos que hay, y el procesamiento de dicha data. Más allá de las significativas repercusiones que este descubrimiento podría tener en el futuro de la ciencia médica orientada a problemas auditivos y a procesos neuronales, el experimento resulta fascinante en nuestro intento de entender como es que construimos la realidad. De algún modo se sugiere que la realidad no es “real” ni absoluta como tal, pero tampoco es una mera construcción perceptiva. Más bien se trata de un hiper-sofisticado cocktail en el que participan al menos tres ingredientes (el estímulo, la percepción, y el procesamiento).
Hace poco escribía sobre la posibilidad de que las personas estamos, permanentemente, alucinando –actuando de acuerdo a una realidad que no existe independientemente de nuestra interpretación–. Hoy, en cambio, creo que la realidad es producto de una exuberante sinergia entre ingredientes, una especie de pirámide traslúcida cuya punta es el aquí y cuya base es el ahora. Mañana no se cual será mi conclusión provisional, pero ese nomadismo interpretativo es el que dota a nuestra existencia con una esencia ineludiblemente mágica: las delicias del tal vez.  
Twitter del autor: @paradoxeparadis 

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