EL ARTE DE VIVIR!!!

En la vida todo es arte, o al menos así lo he sentido siempre. Cada cosa, cada detalle, precisa la mirada de un artista. El simple hecho de movernos requiere de gracia, de una gracia especial. No es igual si caminamos como autómatas, que si nos deslizamos como gacelas. El sencillo acto de sorber un vaso de agua por ejemplo, será muy diferente si lo hacemos sintiendo cómo corre por dentro nuestro, y percibimos la diferencia entre antes de tomarla y después, o contemplamos el cristal de la copa haciéndolo jugar con las luces que nos rodean, todo, absolutamente todo, es arte. En fin, podría seguir Ad Infinitum, pero esta vez sólo quise compartir la idea que tengo. Claro que si profundizamos, vivir es todo un arte!. Aprendí a sanarme y a sanar, eso también es Arte. Existen mil y una vicisitudes y maravillas en la existencia, a través de las cuales debemos aprender a movernos con arte precisamente, tantas, que me asombró encontrar disponible el título.

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ADVERTENCIA

Todos los mensajes aquí expuestos son para el crecimiento espiritual. El discernimiento personal es un requerimiento para leerlos. Si no resuenan con su corazón, deséchelos.

miércoles, 27 de abril de 2011

CHAMANISMO Y SEXUALIDAD 


Por Eduardo Lana

En las comunidades aborígenes antiguas, los conceptos morales, estéticos y éticos no tenían el significado ni el peso psicológico que hoy tienen en nuestras sociedades.
La desnudez y la sexualidad no eran tabú, la morbosidad no existía, porque la sexualidad y la desnudez no se tapaban o reprimían, no era pecado el sexo ni deshonrosa la desnudez.
La morbosidad es el efecto de la reacción natural al atentar contra la naturaleza humana.
Cuando un indio se cubría el cuerpo lo hacía para protegerse del clima o proteger de accidentes sus zonas más sensibles, pero jamás por vergüenza o pudor.
Para el chamán que vivía en un estado de comunión con la naturaleza, el sexo era concebido como un acto sublime y enteramente mágico, en el sentido literal de la palabra.
Por un momento deje volar su imaginación para trasladarse a un lugar cualquiera, en contacto con la naturaleza.
Imagine un paisaje y sitúese en una época hace unos diez mil años.
Imagine que hay un gran círculo mágico dibujado en el suelo y que en los cuatro puntos cardinales se encuentran dibujados los símbolos del agua, aire, tierra y fuego.
En el lugar donde se encuentra el símbolo del fuego hay un fogón, orientado al este, con leños ardiendo.
Exactamente en el centro se encuentran ubicados un hombre y una mujer sentados frente a frente.
El hombre, recurre a sus registros de sensaciones y elevando sus manos comienza a invocar la energía del aire, ella está tomada a las manos del hombre.
Cuando el hombre se encuentra completo y sumergido en esa energía comienza a soplar lenta y suavemente sobre la mujer, empezando sobre la cabeza, la frente, luego los ojos, el pómulo izquierdo, la mejilla, el oído y el cuello del mismo lado.
Lenta, suave e incesantemente hace lo mismo del lado derecho.
Concluido esto, comienza a hacerlo en el entrecejo, baja hacia la nariz y la boca mientras la mujer, con sus ojos cerrados, aspira profundamente la suave brisa que el hombre le brinda. Luego sopla sobre sus brazos y manos.
Cuando ella se siente colmada por la energía del aire, baja sus manos y hace bajar las del hombre y pasa a ser ella quien comienza a hacer lo mismo con él, quien sólo se dedica a sentir la caricia de la brisa que esa mujer le regala.
Cuando ella concluye, ambos son aire, ambos son brisa.
Luego el hombre comienza a invocar el poder del fuego, detona el poder de su sol interior y transmite esta energía a la mujer a través de suaves y lentas caricias.
La mujer, abierta y receptiva, sólo se dedica a disfrutar de estas y a absorber la energía que emana de él.
El le acaricia las sienes, el cuello, los hombros y baja lentamente por los brazos hasta la punta de los dedos.
Después de repetir varias veces estas caricias se acerca más a la mujer y prosigue acariciando su columna desde la base, ascendiendo lentamente y hasta llegar a la nuca.
Cuando la mujer siente encendido su propio sol interior empieza a regalar a él sus caricias.
Prosiguen, dejándose llevar por la intuición al servicio de los sentidos.

En este instante, ambos son aire y viento, fuego y sol. Conscientes de esto continúan la danza de imperceptibles e incesantes caricias.
El hombre, invoca entonces la energía del agua y una vez detonado su río interior, comienza a besar y humedecer con la punta de su lengua que apenas asoma, el cuello, hombros, mejillas, labios, brazos y manos de la mujer que nuevamente debe ocuparse sólo de sentir.
Cuando ella se siente desbordada por su río interior, hace lo mismo con el hombre y al concluir, ambos son aire y brisa, fuego y sol, agua y río que intercambian sus sensaciones y energías en una simbiosis sin límite.
El hombre, invoca entonces el poder del reino animal que, en sí mismo, detona el poder de la madre tierra y el reino vegetal en ella.
En este momento, ambos se encuentran en un estado de conciencia acrecentada auto inducida y ella recibe en su seno a ese hombre que es viento, sol, agua y se prepara para recibir como siembra el poder espiritual del linaje de su enamorado.
El, conciente de la magia de este encuentro, ofrenda el sentir de ambos al gran espíritu creador de todo.
La danza de ambos se incrementa, la respiración se hace más fuerte, la brisa se transforma en viento, sus latidos se intensifican transformando el manso río en poderosos torrentes que corren por sus venas.
El fuego de ambos aumenta su intensidad transformándose en un solo sol.
Cuando es el momento, ella invoca el espíritu de la tierra y la flora produciendo, entonces, un estallido donde toda estructura mental, todo pensamiento, se disuelven en un éxtasis infinito que permite que ambos espíritus se fundan en un solo ser.
En ese instante, ambos se hallan en contacto con su esencia cósmica, desde el espíritu, ya no desde los sentidos sino desde un estado de conciencia que los une con la eterna fuente de vida a la que llamamos Dios.
Gracias al profundo sentido simbólico y espiritual de este acto sagrado, lejos de sentirse sucios o pecadores, estos dos seres se saben bendecidos por el don original que Dios implantó en ellos con infinito amor.
Para el chamán, el poder y simbolismo del semen, como su interpretación de la sexualidad, eran en realidad muy simples… Dios puso sexo a todo ser vivo de los reinos animal y vegetal porque es bueno y cumple con un propósito que para Dios es bueno.
También Dios le puso al animal el instinto, con la finalidad de que buscaran la copulación. La única diferencia entre el chamán y el hombre común, en este aspecto, es la conciencia que le permite transformar un acto meramente instintivo en algo poderosamente mágico y sagrado.
El poder del semen, para el chamán, revestía una tremenda importancia a la hora de efectuar algunos rituales ya que, la poderosísima energía sexual, concentrada en los genitales podía ser (y de hecho lo es) canalizada en actos mágicos que incluyen desde la sanación hasta lograr estados acrecentados de conciencia.
Si a esto le sumamos que, en el semen, se encuentra contenido el registro espiritual de todo el linaje y que es el único elemento capaz de transmitirlo, comprenderá porqué para el chamán, en muchos casos era tan importante como la sangre.
Cuenta la historia que hace muchos años existió una comunidad cuya conducción estaba a cargo de un consejo de ancianos, todos chamanes especializados en diferente saber.
Debido al gran grado de sabiduría que poseían eran consultados, ya no solo por los miembros de su comunidad sino también por jefes de otras comunidades.
Al darse cuenta que con el crecimiento de las comunidades no podrían llegar a atender todas las demandas, convinieron en modificar el modo de instrucción de sus discípulos.
Escogieron doce niños, seis mujeres y seis varones, de entre las comunidades más cercanas.
Todos los miembros del consejo de ancianos, se ocuparon de transmitirles a estos discípulos, el conocimiento que cada uno poseía como especialidad.
Estos doce niños fueron instruidos con el máximo rigor y dedicación, proporcionándoles lo más excelso de su conocimiento.
Este cambio en la forma de instrucción a los futuros chamanes, no fue una idea caprichosa con el simple objeto de preparar sus sucesores, sino que la mayor aspiración de ese grupo de sabios era que pudieran llegar a formarse matrimonios entre los nuevos chamanes, y por suerte, así ocurrió.
Tres fueron las parejas que se formaron y se les enseño como último aprendizaje el ritual de invocación donde confluían todos los poderes adquiridos en el proceso de formación, cómo aplicarlos en forma sagrada, ritual y ceremonial en la sexualidad conyugal, de modo que, el hijo que naciera de esa unión, ya fuera desde su génesis un ser particularmente dotado.
Esos niños poseerían, desde su gestación, el poder de todo su linaje concentrado en la asistencia de sus ancestros chamanes.
A los otros chamanes también se les transmitió este saber pero con modificaciones, ya que les permita detonar en el otro el poder interior sintonizándolo al suyo, aunque con la indefectible merma en el caudal del poder detonado.
Como podrán comprender el sexo dentro del contexto chamánico, no puede ser más que un acto mágico, un acto de conciencia y poder, algo sumamente sublime y trascendente y, tal vez, hasta incomprensible desde el estado de conciencia lineal u ordinaria con que nos movemos en la realidad occidental.

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